La bronquiolitis es es un cuadro que guarda muchas semejanzas con el asma pero es muy diferente. La bronquiolitis consiste en una obstrucción como consecuencia de la inflamación de las vías respiratorias bajas (los bronquiolos) en los lactantes.
Estos bronquiolos son las últimas ramificaciones de los bronquios, justo antes de los alveolos, que son los pequeños sacos donde se produce el paso de oxígeno a la sangre. Es un cuadro que solo se ve en lactantes, sobre todo antes del año de vida y con predominio estacional en invierno (de noviembre a marzo), aunque se puede ver en prácticamente cualquier momento del año.
Por qué se produce
El principal germen causante del cuadro de inflamación es el virus respiratorio sincitial (VRS), típico del invierno, pero existen otros virus que pueden producir este cuadro y que se pueden ver a lo largo de todo el año. El problema de la infección por VRS es que el niño puede reinfectarse de nuevo una vez pasada la enfermedad, incluso tan sólo unas semanas o meses después, aunque lo habitual es que tarde más en reinfectarse por el mismo germen. En general las reinfecciones suelen ser menos graves debido a que el niño es mayor y ha generado inmunidad.
Es una enfermedad muy contagiosa y el contagio generalmente se produce por las secreciones del niño al entrar en contacto con cualquier mucosa del receptor (ocular, respiratoria o de la boca). El contagio por las manos es especialmente frecuente por lo que es importante lavarse las manos después de tocar a un niño con bronquiolitis para disminuir el riesgo de contagio a otros niños.
Su mayor problema reside en que los niños de mayor riesgo (lactantes pequeños, ex-prematuros o con enfermedades de base) el virus puede producir una intensa inflamación en sus vías aéreas bajas, los bronquiolos. Esta inflamación produce una importante secreción de líquido e incluso destrucción del tejido normal, por lo que los productos de la inflamación y las células descamadas pueden generar problemas al paso del aire, generando la obstrucción respiratoria de estas pequeñas vías aéreas, al crear auténticos tapones de moco.
Parece que el paso de anticuerpos maternos podría proteger (al menos de forma parcial) a los lactantes que estén con lactancia materna.
Qué síntomas produce
Casi todas las bronquiolitis comienzan como un cuadro catarral más. La diferencia es que en este caso en vez de mejorar en 2 ó 3 días, el niño va empeorando a nivel respiratorio de forma progresiva y gradual, de forma que termina presentando un cuadro de dificultad respiratoria en el que los signos más característicos y llamativos son la rapidez con la que respira (taquipnea), los pitos en el pecho (sibilancias) y la tos. Pueden tener fiebre, aunque no es el dato que más caracteriza a este cuadro. Lo normal es que la dificultad respiratoria vaya en aumento durante 3-4 días y luego empieza a disminuir de forma progresiva, durando el cuadro aproximadamente una semana. La mayoría de los casos presentan sólo estos síntomas y lo normal es que sean formas leves y se resuelven espontáneamente o con tratamiento de soporte.
El problema reside en los casos en los que la evolución es más complicada. Esto es más frecuente en los niños más pequeños y sobre todo en aquellos que han sido prematuros y los tienen enfermedades de base o malformaciones congénitas. A veces un mismo niño asocia uno o más de estos cuadros, y son de especial riesgo. Uno de los datos que suele indicar que el cuadro se está complicando es que el niño empieza a comer mal ya que se fatiga al hacerlo, por dificultad para poder respirar mientras hace la toma.
Los niños con algún tipo de inmunodeficiencia pueden presentar cuadros graves de bronquiolitis por lo que deben estar especialmente controlados.
Los niños mayores también pueden padecer bronquiolitis, aunque en ellos generalmente dan muy pocos síntomas o son completamente asintomáticas, por lo que el mayor riesgo es que lo contagien a lactantes de riesgo.
Cómo se diagnostica
Es un cuadro que da una clínica muy característica por lo que suele ser muy evidente cuando el niño está en el momento de máxima clínica. A la exploración el pediatra suele objetivar una dificultad respiratoria caracterizada que se puede visualizar (por la respiración acelerada o porque usa musculatura intercostal para ayudarse a respirar, produciendo una imagen en la que parece que se «hunden las costillas» al respirar). Además a la auscultación escuchará los denominados estertores finos y roncus (ruidos pulmonares), una espiración alargada por la obstrucción a la salida de aire y sibilancias. Además puede que oiga zonas en las que el aire entra con dificultad o apenas se oye entrar.
En general la historia clínica y la exploración son suficientes para llegar al diagnóstico en la mayoría de los casos. Sin embargo en otros puede que el profesional solicite alguna prueba complementaria si sospecha algún origen en concreto o si desea descartar otros procesos o evaluar el estado del niño y el riesgo de complicaciones. Entre estas pruebas se encuentran las analíticas, la radiografía de tórax, las gasometrías o las muestras de exudado nasofaríngeo (de nariz y garganta) para la detección del VRS. No siempre son necesarias y su petición debe realizarse siempre a juicio del profesional, que las valorará de forma individualizada en función de cada niño.
Cómo se trata
En la mayoría de los casos el tratamiento es de soporte ya que los cuadros son leves. En general se pueden tratar de forma ambulatoria mediante lavados de fosas nasales y humedad si se tiene humidificador. Suele beneficiar al niño el tenerlo semisentado y ayudarle con fisioterapia respiratoria suave, muy sencilla de hacer y que se puede aprender en el centro de salud, ya que se basa en dar palmadas suaves en la espalda del niño, con la palma de la mano hueca (siempre se debe consultar cuándo y cómo hacerla, con un profesional). Algunos casos pueden beneficiarse del uso de broncodilatadores. Estos fármacos son los mismos que se usan en el asma, como el Ventoaldo® o el Salbutamol Aldo-Unión®, y lo que hacen es reducir moderadamente los episodios de dificultad respiratoria pero no resuelven los cuadros severos. También son útiles preparados comerciales como Sinomarin®, que es un preparado hipertónico a base de agua de mar enfocado a aliviar los síntomas de la congestión nasal facilitando la eliminación de moco. Existen presentaciones aptas para niños desde el nacimiento. La medicación debe estar pautada por un pediatra. Los antibióticos no deben usarse en este cuadro salvo que el pediatra tenga datos de una posible infección bacteriana añadida, en cuyo caso los prescribirá. En el caso de que el niño parezca no responder o incluso empeore se debe acudir siempre a un servicio de urgencias, especialmente en los menores de 3 meses, los ex-prematuros o los que tienen procesos de base. Allí se valora el estado general del niño y una serie de parámetros que pueden indicar si el niño precisa ingreso o no.
En general los cuadros moderados-severos se suelen ingresar para proporcionar un mayor tratamiento de soporte y con medicación, si la precisa. Este tratamiento se suele hacer con humedad, oxígeno y a veces un goteo para hidratar y permitir que el niño coma un poco menos si se fatiga excesivamente con las tomas. No es raro que los ingresos duren entre 3 y 7 días, en función de la evolución del niño. A veces hay casos graves que requieren ingreso incluso en cuidados intensivos pediátricos, aunque afortunadamente esto suele ser muy poco habitual. En algunos casos específicos se utiliza un antiviral denominado ribavirina, que también puede tener ciertos efectos secundarios.
Cómo prevenirla
La mejor forma de prevenirlo es intentar conseguir un adecuado aislamiento o bien mantener una adecuada higiene alrededor del niño susceptible de adquirirla, especialmente en los de riesgo (lactantes pequeños, ex-prematuros o con enfermedades de base) Aún no existe una vacuna como tal que pueda prevenir la infección por VRS aunque existen algunas en investigación actualmente. Hasta hace poco se han usado inmunoglobulinas frente al virus en los casos graves, aunque el elevado número de efectos secundarios y riesgos de estas medicaciones ha hecho que se estén dejando de utilizar en favor de un anticuerpo monoclonal, el denominado Palivizumab, que se administra por vía intramuscular, una vez al mes. El Palivizumab se utiliza en determinados niños que cumplen una serie de requisitos muy concretos. Entre ellos se encuentran el ser ex-prematuro y tener una determinada edad al inicio de la epidemia ó el tener ciertas enfermedades de base. También se considera de forma importante el que estos niños tengan una broncodisplasia pulmonar. En general no se usa en los niños con cardiopatías (enfermedades del corazón).
Qué pronóstico tiene
En general es muy bueno ya que la inmensa mayoría de los casos son leves y se pueden tratar en el domicilio. El mayor riesgo reside en los niños ex-prematuros, con enfermedades de base, cardiopatías o inmunodeprimidos, en los que este cuadro puede ser grave. Aunque no existe una relación clara entre el padecer bronquiolitis y el riesgo de desarrollar asma en la infancia posterior, algunos estudios recientes de 2009 sugieren que los cuadros de bronquiolitis más graves o severos sí que podrían estar relacionados con la presencia de asma en el futuro. Al parecer la relación sería que los niños con predisposición a ser asmáticos harían cuadros de bronquiolitis más graves, cuando padecen esta enfermedad.
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