La agresividad es una actitud preocupante a cualquier edad que puede acarrear numerosos problemas al niño y a su entorno cercano, sobre todo su familia. Sin embargo, se puede considerar como normal en una etapa concreta del desarrollo.
Casi todos los niños son agresivos alrededor de los dos años ya que no responden bien a las frustraciones, como sucede por ejemplo cuando se les regaña por algo. El problema de la agresividad en la infancia, cuando no remite, es que los padres o la familia tienden a pensar que la maduración del niño solucionará este problema por sí solo, algo que no suele ocurrir. Y en caso de permitir que evolucione, esa agresividad aceptable a los dos años puede transformarse en una agresividad más seria, y por lo tanto peligrosa, a partir de los cuatro.