Las heridas por mordeduras en la infancia son lesiones producidas por mordiscos o bocados producidos por animales (lo más frecuente) o por otros niños. Es un cuadro relativamente frecuente en edad infantil, siendo las mordeduras más frecuentes las producidas por perro, y las de gato en segundo lugar. Las mordeduras por el hombre no son raras en la edad infantil, ya que es fácil que los niños se muerdan entre ellos jugando o en peleas de guardería o de patio de colegio. Un caso especial son las mordeduras producidas por ratas, que son poco frecuentes en pediatría pero pueden producirse en determinados sitios como por ejemplo en el campo. Las mordeduras producidas por perros suelen ser sobre todo en manos, pies y en extremidades. Las de gato suelen verse sobre todo en las manos, concretamente en los dedos.
Qué complicaciones pueden producir
Las mordeduras de perro suelen producir pocas infecciones. Las de gato sí se infectan con mayor facilidad que las producidas por mordedura de perro. Sin embargo el mayor riesgo de infección reside en las mordeduras producidas por el hombre o por otros niños, donde posibilidad de que ocurra esta infección aumenta hasta en un tercio de los casos.
El riesgo en el caso de una hipotética mordedura por rata es que puede transmitir infecciones más severas como herpes virus y las hepatitis B y C, aunque afortunadamente no parecen transmitir el virus del SIDA.
Cómo se diagnostican
Ante cualquier herida por mordedura se debe acudir siempre a un servicio de urgencias para su valoración. Allí se valorará el estado general del niño para evaluar si necesita tratamiento de soporte urgente o estabilización. Una vez realizado esto el profesional explorará la herida y valorará, en función de los hallazgos y de la historia clínica, las posibilidades de tratamiento. En la exploración el pediatra valorará ante todo el estado general del niño para ver si necesita tratamiento urgente. En caso de que el niño esté estable, valorará la herida en sí para conocer su longitud, forma, profundidad y otros datos relevantes que influirán a la hora de orientar la cura y tratamiento. Entre ellas la posibilidad de que se hayan podido lesionar estructuras como vasos, nervios o tendones.
En casos muy concretos (heridas muy profundas, sangrado abundante o sospecha de posibles fracturas ó lesiones) puede que sean necesarias pruebas complementarias como analíticas o radiografías.
Cómo se tratan
El tratamiento inicial se basa en el lavado de la zona, que se suele hacer con suero o con agua abundante para arrastrar la suciedad y los gérmenes que puedan estar presentes en la zona. En caso de que haya zonas de tejido muerto se suele extirpar con el fin de que no se infecte. En función de la herida y de la presencia o no de infección o de riesgo de infección se valora si es susceptible de ser suturada. También se valora la necesidad de aplicar tratamiento antibiótico, que puede darse de forma tópica en cremas o por vía oral en los casos más serios. En general se usan cuando pasan varias horas desde la mordedura hasta su tratamiento, cuando las heridas son profundas o cuando afectan a cara o manos, cuando se han producido en lactantes, cuando el niño tiene enfermedades de base o inmunodeficiencias, o bien en las producidas por humanos y gatos, que tienen mayor riesgo de infección.
En los niños en los que la pauta de vacunación antitetánica no sea completa, puede que sea necesario plantear completarla en caso de que la herida lo necesite. En general es excepcional tener que usar vacuna antirrábica ya que la mayoría de los animales suelen estar vacunados. Algunos casos concretos, como las heridas severas, amplias o que producen afectación del estado general del niño, pueden requerir ingreso para proceder a su estabilización y tratamiento con antibióticos intravenosos.
Qué pronóstico tienen
La mayoría de los cuadros suelen tener una evolución benigna, aunque es cierto que algunas mordeduras sí tienen un riesgo mayor de presentar complicaciones como la infección.
Cómo prevenirlas
Medidas prudentes como evitar que los niños jueguen con animales peligrosos o no conocidos, que estén siempre vigilados o el uso de ropa y protecciones adecuadas cuando salen al campo, ayudan considerablemente a reducir el riesgo de potenciales heridas por mordeduras de animales.
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