Las neumonías son infecciones pulmonares o de vías respiratorias bajas. Consisten en una inflamación que se produce en los pulmones, generalmente de origen infeccioso, y que da un cuadro característico con síntomas respiratorios que son los que suelen ayudar a hacer el diagnóstico.
La mayoría de los casos son de origen infeccioso y en concreto se generan por virus, aunque en los niños menores de seis meses y en muchos niños mayores la causa también puede ser una bacteria. Una de las bacterias más frecuentes es el neumococo, aunque en los recién nacidos y lactantes las que suelen producirlas son los estreptococos y los estafilococos, que pueden dar cuadros severos. El contagio se suele producir por vía aérea, por las secreciones que los niños enfermos expulsan con la tos.
Qué síntomas producen
Según la causa de la neumonía pueden verse cuadros bastante diferentes y que a veces pueden dificultar el diagnóstico. El cuadro típico consiste en fiebre alta, tos con expulsión de mucosidad y generalmente leve o moderado dolor al respirar o en el tórax. Los cuadros atípicos pueden cursar con poca o ninguna fiebre, poca tos, que además puede ser seca e irritativa, y síntomas inespecíficos como malestar o cefaleas.
Qué complicaciones pueden producir
Las principales complicaciones de las neumonías son los cuadros de dificultad respiratoria moderados o severos, que deben ser vistos siempre en urgencias y que a veces requieren tratamiento con el niño ingresado. Estos cuadros son más graves en lactantes, por lo que ante una sospecha de neumonía en un lactante siempre se debe consultar. A veces las neumonías pueden progresar generando infecciones generalizadas, muy graves, denominadas sepsis.
Cómo se diagnostican
El diagnóstico se basa en la sospecha cuando el niño presenta uno o varios de los síntomas descritos. En general es más fácil sospechar los cuadros típicos ya que los síntomas son mucho más específicos de proceso infeccioso respiratorio. Los atípicos, más difíciles de diagnosticar, suelen sospecharse en fiebres moderadas o bajas en niños con tos seca y persistente que se fatigan con facilidad.
En la exploración el pediatra buscará datos que apoyen o descarten la sospecha. En las neumonías típicas suelen oír una serie de ruidos característicos muy localizados en una zona del pulmón. También puede que localice una zona en la que no entra aire. En las atípicas los ruidos suelen ser más inespecíficos pero suelen estar presentes por ambos pulmones. A veces es necesario la realización de pruebas complementarias. La radiografía de tórax ayuda a localizar una acumulación concreta de moco o pus o bien infiltrados difusos, más habituales en las atípicas. Puede ser necesario en ocasiones la realización de analíticas de sangre, cultivos de sangre o esputo, e incluso analíticas de orina. No es raro que el pediatra solicite la realización de un Mantoux para descartar un posible contacto con tuberculosis.
Cómo se tratan
El tratamiento se basa en una adecuada nutrición e hidratación del niño, a veces ayudados de fisioterapia respiratoria en los casos en los que pueda ser oportuno. El tratamiento de la infección se suele hacer con antibiótico en los casos en los que se sospecha el origen bacteriano. El antibiótico suele basarse en amoxicilina-clavulánico, aunque el antibiótico puede variar en función de la sospecha. En las neumonías atípicas el antibiótico suele ser eritromicina o claritromicina, aunque esto también puede variar.
La mayoría de los cuadros, sobre todo en niños mayores, pueden tratarse de forma ambulatoria, es decir, en casa. Los lactantes, sobre todo los menores de seis meses, generalmente se suelen tratar ingresados por el riesgo de que presenten complicaciones. Esto es también aplicable a los niños mayores que puedan estar presentando síntomas que indiquen mayor gravedad, como dificultad respiratoria o grandes infiltrados en las radiografías.
Qué pronóstico tienen
En general suele ser bueno porque muchos de los casos son víricos y bastante leves, llegando incluso a pasar desapercibidos. En las neumonías bacterianas generalmente los niños mayores tienen buen pronóstico pero los lactantes menores de seis meses o los niños mayores con complicaciones pueden ser ingresados.
Cómo prevenirlas
Es difícil ya que el contagio se produce por vía aérea y es complicado de evitar sobre todo en sitios como la guardería o el colegio. Lo que sí es útil es acudir al pediatra en cuanto aparecen síntomas compatibles y sobre todo si el niño es pequeño y se conoce el antecedente de la infección de un familiar o de un compañero de guardería o de la clase.
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