Hepatitis C en niños

La hepatitis C consiste una infección e inflamación del hígado producida por el denominado como «virus de la hepatitis C». El problema de este virus es que el riesgo de hacerse crónico es  elevado y que se presenta asociado a la hepatitis B. En función de si el virus produce la enfermedad junto con el de la hepatitis B (coinfección) o la produce después de la hepatitis B (sobreinfección) el pronóstico es diferente.

Tradicionalmente se ha asociado su transmisión a las transfusiones sanguíneas ya que se contagia por la sangre pero hay que recordar que también puede contagiarse por intercambio de jeringas en casos de consumo de drogas y por prácticas sexuales sin protección, algo que es posible en adolescentes, aunque fácil de prevenir siguiendo una serie de medidas básicas.

Qué síntomas produce
La hepatitis C suele producir pocos síntomas, y de hecho, la mayoría de los casos cursan sin síntomas. En caso de presentarlos, el niño puede notar una sensación de cansancio o agotamiento sin una causa clara, junto a sensación de malestar general. Estos síntomas suelen verse al principio del cuadro. Posteriormente puede presentarse dolor o inflamación en las articulaciones e incluso la presencia de alguna erupción cutánea. A veces se acompaña de náuseas, vómitos, cansancio y falta de apetito. El color amarillento de la piel (denominado ictericia) no siempre se ve, ya que se produce en menos de la cuarta parte de los niños con este cuadro. No es raro que el hígado aumente de tamaño y este aumento pueda ser palpable.

Se puede presentar en su forma fulminante, que es muy grave, pero esto es muy raro en la edad infantilEl mayor riesgo de este virus es que se cronifique, algo que sucede en la mayoría de los niños que se infectan por él, especialmente en los cuadros de sobreinfecciones. El riesgo de una hepatitis crónica es que a la larga puede predisponer al niño a padecer cirrosis o incluso ciertos tipos de tumores hepáticos. La hepatitis crónica puede producir síntomas como fatiga, cansancio, falta de apetito, de concentración y molestias abdominales inespecíficas. Tampoco es raro que aparezcan síntomas no digestivos como inflamación de articulaciones o afectación de los riñones. En las hepatitis crónicas es importante que con el tiempo se eviten los fármacos y bebidas como el alcohol, que pueden afectar a la función del hígado.

Cómo se diagnostica
Lo más importante es que exista un antecedente que permita la sospecha, como puede ser una transfusión sanguínea o en el caso de los adolescentes que hayan tenido relaciones sexuales o consumido drogas por vía intravenosa. A veces la sospecha se produce porque en una analítica extraída por otro motivo se solicitan transaminasas, que muestran la función hepática. Si estas transaminasas están elevadas entonces se suelen estudiar posibles enfermedades hepáticas en caso de confirmar que no es un error.

Con la sospecha se pueden pedir estudios analíticos en los que no siempre existe alteración de los enzimas del hígado. Lo que sí suele ser definitivo es la constatación de la presencia de anticuerpos del niño frente al virus de la hepatitis C. Con el tiempo puede que sea necesario realizar biopsias hepáticas para controlar la evolución de la afectación hepática.

Cómo se trata
Uno de los problemas de esta infección es que algunos de los tratamientos utilizados en adultos  no se pueden utilizar en la edad infantil aunque sí hay otros fármacos que se pueden utilizar en niños. Generalmente la respuesta es menor en los niños menores de doce años. Hay distintos subgrupos de virus de la hepatitis C que responden mejor al tratamiento que otros. En general el tratamiento es de soporte, cuidando mejorar los posibles síntomas y la calidad de vida de los niños afectados. Es importante el seguimiento a corto, medio y largo plazo.

Qué complicaciones puede producir
El mayor riesgo es que se haga crónica ya que esta cronicidad puede predisponer a padecer cirrosis, un cuadro muy grave en el que se deteriora la funcionalidad del hígado. El riesgo de cirrosis aumenta más en las personas con mayor peso o que consumen determinados fármacos o alcohol, ya que estos factores también pueden perjudicar la función del hígado. Sin embargo el riesgo de hacerse crónica parece que es menor en los niños que en los adultos.

Qué pronóstico tiene
En función de si el virus produce la enfermedad junto con el de la hepatitis B (coinfección) o la produce después de la hepatitis B (sobreinfección) el pronóstico es distinto, ya que en las coinfecciones el riesgo de hepatitis fulminante y de hacerse crónica es bastante menor. En las sobreinfecciones el riesgo de infección fulminante es mayor y el de hacerse crónica mucho mayor que si existe coinfección. El riesgo de una hepatitis crónica es que a la larga puede predisponer al niño a padecer cirrosis o incluso ciertos tipos de tumores hepáticos.

Cómo se puede prevenir
Ya no deberían ocurrir casos de contagios por transfusiones. El resto de vías se pueden evitar si el adolescente no realiza comportamientos de riesgo para adquirir esta patología. En el caso de que se confirme el diagnóstico el niño debe realizarse al menos un control anual y seguimientos periódicos con el fin de controlar la evolución, posibilidades de tratamiento y pronóstico.

En general los niños con hepatitis C pueden hacer vida normal cuidando una serie de aspectos, como el hecho de no consumir alcohol cuando sean adultos, y no tener relaciones sexuales sin protección cuando lleguen a la edad adolescente. No deben compartir los utensilios de baño con nadie de su familia, especialmente los cortantes o los que puedan entrar en contacto con la sangre. En general deben evitar los fármacos que dañen al hígado y deben hacerse seguimientos periódicos durante toda la vida para prevenir la aparición de posibles tumores en el hígado.

Este contenido se ha elaborado utilizando información basada en evidencia científica. Pincha aquí para conocer las fuentes que se han utilizado para su elaboración.

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