En la infancia a veces pueden verse comportamientos violentos o determinadas formas de violencia. Y es que la agresividad por ejemplo es un comportamiento normal en los niños entre los dos y los tres años ya que tienen una baja tolerancia a las frustraciones.
La violencia en sí tiene como fin el producir daño, sea del tipo que sea (físico o psíquico) y sobre quien sea (los demás o uno mismo). El mayor problema suele estar en la edad de la adolescencia y sobre todo en los varones, aunque los comportamientos violentos pueden verse a cualquier edad y en ambos sexos.
Por qué se produce
A veces es difícil esclarecer los motivos que llevan a un adolescente a comportarse de modo violento. En muchos casos se cree que el problema reside en que el propio adolescente violento haya podido sufrir malos tratos pero no es el único factor que influye. El alcohol, el consumo de tóxicos o los problemas económicos o sociales pueden llevar a un adolescente a mostrar un comportamiento violento de forma puntual o continuada. El mayor riesgo de estos comportamientos es que se terminen prolongando más allá de la adolescencia, de forma que pueden perdurar incluso toda la vida del niño.
Qué síntomas presentan
El principal síntoma es el uso desmedido de la violencia para conseguir sus fines o imponer sus normas. Es un dato muy evidente y que suele preocupar a las familias. Los adolescentes suelen presentar actitudes hostiles o agresivas que se basan en el empleo de la fuerza física con el fin de hacer daño de uno u otro modo. No es raro que asocien cuadros de retraso mental, trastornos psiquiátricos de casi cualquier índole o incluso hasta problemas en el lenguaje. A veces se presentan trastornos de conducta o negativistas y no es raro el consumo de drogas o la práctica descontrolada de sexo con otros adolescentes de su entorno.
Cómo se diagnostica
El pediatra puede sospechar hasta cierto punto la existencia de comportamientos violentos en un niño de forma indirecta. En caso de hacer preguntas directas corre el riesgo de que el niño no responda o incluso pierda la confianza. Estos cuadros se suelen orientar cuando es la familia la que lo relata al profesional. En esos casos se hace una valoración individual para tratar de orientar el origen del problema y sobre todo de la posible solución. Es fundamental que ante un acto violento los padres aprovechen la ocasión para activar los posibles protocolos de atención a estos niños en el mismo lugar donde sean asistidos, si el acto violento requiere asistencia médica.
Cómo se trata
En caso de que existan enfermedades o problemas asociados estos se deben tratar. Generalmente el niño se suele beneficiar de una valoración por un profesional psicólogo o psiquiatra y a veces por un equipo compuesto por diferentes especialistas. En algunos casos a la terapia psicológica se añade tratamiento farmacológico aunque esta indicación se hace individualmente y no siempre.
Cómo prevenirlo
La mayor labor aquí corresponde al entorno familiar, social y médico del niño. La familia deberá evitar las situaciones de riesgo que puedan desencadenar estos comportamientos. A veces se trata sólo de prestar más atención al adolescente dedicándole más tiempo en vez de objetos materiales que no le satisfacen tanto como la cercanía de sus padres. El entorno social es fundamental por lo que es importante conocer sus amistades y relaciones con el fin de aconsejarle sobre aquellas que pueden ser perjudiciales para él. El pediatra tratará de intuir cuándo un niño presenta comportamientos violentos a través de la presencia de heridas, respuestas o actitudes del joven. Pero sólo podrá poner en marcha los mecanismos necesarios si la familia confirma sus posibles sospechas.
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