El asma es una enfermedad respiratoria que se produce por una inflamación crónica de los pulmones. Esta inflamación genera episodios, llamados exacerbaciones o ataques agudos en los que se genera una obstrucción a la salida del aire de los pulmones.
Estos episodios se dan como respuesta a un estímulo que los desencadena y son reversibles por definición. Es la principal enfermedad inflamatoria crónica en la infancia, puede verse en un 17% de la población infantil. Dentro del asma existen varios grados de afectación aunque la mayoría de los niños que lo padecen pueden hacer vida prácticamente normal, guardando una serie de normas elementales. Pero un 25% de los casos pueden ser moderados o graves y son más complicados de manejar.
La mayoría de los casos empiezan a verse en niños menores de seis años y en muchos de ellos los síntomas mejoran con el tiempo. Uno de los mayores problemas del asma es que puede afectar a la vida normal del niño, produciendo incluso absentismo escolar importante en los casos moderados o graves no bien controlados. El mayor riesgo en el asma en los niños más pequeños es que no se diagnostique ya que los síntomas a veces pueden pasar sorprendentemente desapercibidos.
Es importante destacar que se distinguen dos tipos de asma infantil. Uno de ellos es propio de niños más pequeños y genera sibilancias recidivantes, es decir, episodios de pitos que se suelen desencadenar en relación a infecciones respiratorias. El otro tipo es el asma crónico, típico de los niños en edad escolar y adolescentes y, en algunos casos, toda la vida.
Por qué se produce el asma
Cuando el asma se produce por factores externos al niño se dice que es extrínseco y es lo más frecuente en pediatría. En los casos en los que no existen factores externos conocidos que desencadenen el cuadro, se denomina intrínseco. Esto es menos frecuente. Aún se desconoce la causa exacta que produce el asma pero parece que existen factores genéticos, propios de cada niño, que se mezclan con otros factores ambientales o externos al niño que pueden influir en su aparición.
Factores propios del niño, aparte de los genes, son la edad, ya que el asma es más frecuente en edades tempranas; o el sexo, pues se ve más en varones; y ciertas características propias de los pulmones como por ejemplo el menor diámetro de sus bronquios. Los niños con asma suelen tener antecedentes familiares de asma u otras alergias. No es raro que el propio niño tenga antecedentes de alergias o reacciones cutáneas de tipo alérgico, como algunos eccemas. Es importante recordar que el asma no es contagioso.
Entre los factores ambientales o externos estarían alergenos como los pólenes y los ácaros, el humo de la contaminación y el tabaco, productos químicos y un largo etcétera. Se piensa que el contacto con estos influye en la inflamación pulmonar, en los episodios agudos e incluso en el propio desarrollo del tejido pulmonar. Parece que solo el humo del tabaco podría aumentar hasta más del doble el riesgo de un niño de padecer asma.
También pueden influir las infecciones por virus respiratorios, el frío y hasta ciertos olores. Algunos medicamentos, colorantes y conservantes de uso común también podrían influir. Los factores ambientales son tan importantes que en ocasiones basta con eliminarlos para que se controle la enfermedad ya que dejan de producir la inflamación crónica y los episodios agudos. El problema suele residir en detectar cuáles son. Otros factores son el ejercicio físico, que podría desencadenar el cuadro al perderse calor y líquido por los pulmones, haciendo que las células tiendan a inflamarse por las alteraciones de iones que se producen.
Qué síntomas produce
Lo más conocido son los episodios de crisis asmática, caracterizadas por las sibilancias espiratorias, también conocidas como ruidos de «pitos» al respirar y que son una especie de silbidos que se oyen en el pecho del niño. Las crisis pueden ser desde leves hasta graves y es importante conocer que hay crisis que se inician de forma brusca y otras que van apareciendo de forma lenta, mostrando síntomas leves incluso días antes de que comience la crisis en sí.
Otro síntoma frecuente y conocido es la tos seca, molesta e irritativa, que típicamente empeora por las noches y que puede ser un motivo frecuente de consulta en niños que no presentan otros síntomas o en los que no se evidencian otros síntomas que puedan hacer sospechar de asma.
Los episodios agudos se pueden relacionar con determinados desencadenantes como el ejercicio, el frío, los pólenes o las infecciones. O bien presentan cansancio crónico, episodios de fatiga u otros síntomas, variantes de los anteriores, como por ejemplo dolor en el pecho al respirar o sensación de falta de aire. Hay otros síntomas que también pueden aparecer como el ahogo, debido al cual los niños se suelen cansar con facilidad cuando hacen ejercicio.
Cuando el cuadro agudo es más grave se puede apreciar que al niño se le empiezan a marcar las costillas al respirar, señal de que está forzando los músculos respiratorios para conseguir que entre aire. En estos casos se debe acudir de forma rápida a un servicio de urgencias ya que la fase siguiente sería aquella en la que no entra aire suficiente en los pulmones.
El momento de mayor riesgo de que se produzca una exacerbación, es decir, una crisis de broncoespamo o episodio agudo, suele ser por la noche. Los padres con entrenamiento saben cómo usar los beta-agonistas inhalados (Ventolín®, entre otros) para tratar el cuadro, pero cuando la respuesta no es clara se debe acudir a un servicio de urgencias. De hecho, un cuadro agudo que no mejora con el uso de medicación se denomina estatus asmático, que es un cuadro grave que debe ser tratado siempre en un hospital.
Existen variantes de la forma típica del asma relacionadas con otras formas de presentación como cuadros de tos recurrente, asma de predominio nocturno, inducido por el ejercicio (más frecuente en adolescentes), relacionado con infecciones de vías respiratorias o incluso con la ingestión de ácido acetilsalicílico.
En los adolescentes es frecuente el asma por ejercicio, que se junta con posibilidades de que el niño se muestre reacio a realizar un tratamiento adecuado. Conviene educar al niño desde pequeño en su enfermedad para que al llegar a la adolescencia esté concienciado e implicado en su tratamiento.
En los lactantes y preescolares existe una forma concreta denominada asma del lactante, en la que los niños suelen presentar episodios de tos y pitos cuando tienen infecciones de garganta. Estos cuadros son frecuentes, no suelen repercutir negativamente en el niño y suelen ir remitiendo al alcanzar la edad escolar.
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