La agresividad es una actitud preocupante a cualquier edad que puede acarrear numerosos problemas al niño y a su entorno cercano, sobre todo su familia. Sin embargo, se puede considerar como normal en una etapa concreta del desarrollo.
Casi todos los niños son agresivos alrededor de los dos años ya que no responden bien a las frustraciones, como sucede por ejemplo cuando se les regaña por algo. El problema de la agresividad en la infancia, cuando no remite, es que los padres o la familia tienden a pensar que la maduración del niño solucionará este problema por sí solo, algo que no suele ocurrir. Y en caso de permitir que evolucione, esa agresividad aceptable a los dos años puede transformarse en una agresividad más seria, y por lo tanto peligrosa, a partir de los cuatro.
A veces se establece un círculo vicioso cuando ante conductas intolerantes del niño se le castiga con dureza, de forma que empiezan a aparecer conductas agresivas por su parte que no hacen sino incrementar los castigos. Muchas veces el comportamiento agresivo es aprendido del entorno cercano del niño. Los problemas en el entorno familiar pueden incrementar el riesgo de presentar una conducta agresiva en el niño y en el adolescente. Los niños agresivos corren el riesgo de ser apartados de su entorno social, como colegio, amigos, equipos deportivos u otros, lo que puede a su vez incrementar esa agresividad.
Existen otros comportamientos relacionados con la agresividad como el negativismo, las conductas pasivo-agresivas, el trastorno de conducta típico, las conductas demandantes de atención e incluso los comportamientos violentos.
Qué factores influyen
Existe un cierto componente genético, ya que hay niños que aún siendo criados en el mismo ambiente muestran comportamientos diferentes ante las mismas situaciones. Pero otro factor importante es el ambiente, sobre todo el más cercano, es decir, la familia, ya que un ambiente de estrés o determinadas condiciones pueden condicionar un carácter agresivo. Otro grupo de factores importante es el relacionado con la capacidad psicológica del niño y su respuesta a las frustraciones, los fracasos, etc.
Cómo actuar
Dado que el componente genético es difícil de modificar se puede intentar actuar sobre los factores psicológicos y ambientales para combatir los comportamientos agresivos. Es importante actuar de forma precoz, ya que ante un niño agresivo esperar solo suele posponer el problema y dificultar las posibles soluciones. Lo importante es determinar el grado de agresividad y los motivos que la provocan. A veces es tan intensa que lo aconsejable es que el adolescente reciba ayuda psicológica lo antes posible. Lo fundamental es romper los posibles círculos viciosos y que el niño reciba todo el apoyo familiar posible.
En los casos más complicados se puede realizar psicoterapia e incluso tratamiento con fármacos. A veces es útil que la familia reciba apoyo psicológico e incluso que los profesores reciban también apoyo.
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