La alergia (o alergias) a los insectos se pueden producir por dos mecanismos: uno de ellos son las picaduras o incluso las mordeduras, de forma que al introducir sustancias propias del insecto en el organismo del niño se desencadena un episodio de alergia, que puede ser desde leve hasta grave en sus formas más severas. El otro mecanismo consiste en que el niño inhale sustancias del insecto, de forma que se pueden generar cuadros alérgicos como las rinitis alérgicas o incluso el asma. En este post se abordan sobre todo las reacciones producidas por picaduras o mordeduras.
En la mayoría de los casos la reacción que se produce se circunscribe al ámbito local, de forma que lo que se produce es una reacción que permanece localizada en el sitio de la picadura o mordedura. Esta reacción no suele estar mediada por la IgE, sustancia que produce el organismo del niño y que predispone a respuestas defensivas.
El problema reside en los casos en los que el niño genera una respuesta alérgica generalizada a alguna sustancia que haya podido inocular el insecto. Estas respuestas sí están relacionadas con la IgE y son relativamente frecuentes con el veneno que inoculan determinadas familias de insectos, como pueden ser los de las abejas, las avispas y las hormigas. Son muy raras en los mosquitos.