La rumiación consiste en la regurgitación repetida del alimento, es decir, que el alimento vuelve a la boca después de haber sido ingerido por parte del niño, sin que este tenga problemas digestivos de ningún tipo que puedan estar ocasionándola. Es un cuadro diferente de las bocanadas o regurgitaciones de los lactantes, y del refujo gastroesofágico.
La rumiación es un proceso poco frecuente en niños pero puede verse, sobre todo, en casos determinados. Cuando se produce de forma crónica, suele clasificarse en dos tipos: la denominada de origen psicógeno suele verse en los dos primeros años de vida, y normalmente se produce existen problemas sociales asociados al entorno familiar. Mientras que la autoinducida suele ocurrir a cualquier edad y se ve en niños con cierto retraso del desarrollo mental, en los que se la producen los mismos niños. Aquí no suele haber problemas sociales de ningún tipo ya que el motivo suele ser el déficit intelectivo del niño. En ambos casos, al parecer lo que sucede es que el regurgitar la comida para volver a masticarla produce cierta sensación de placer en el niño.

¿Se puede garantizar la seguridad de un bebé? ¿Es posible protegerle de todo? ¿Cómo hay que preparar el domicilio? ¿Qué lugares o momentos son los más peligrosos? Todas y muchas más preguntas suelen surgir no ya solo durante el embarazo, sino incluso cuando el niño ya ha nacido y los padres se preparan para afrontar una nueva etapa en la que, por primera vez, son responsables de una persona completamente indefensa. Y es que uno de los temas que más preocupan a los padres es cómo adecuar la seguridad del entorno del recién nacido o del niño en sus primeros meses de vida. Es fácil intuir que es imposible garantizar esta seguridad al cien por cien, pero sí existen una serie de aspectos importantes que deberían ser tenidos en cuenta en cualquier domicilio donde resida un recién nacido.




